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Bajo el techo del rey

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


Palacio de Versailles [Imágenes 1 y 2] y Luis XIV [Imagen 3]


La cruenta guerra de los Treinta Años (1618-1648) había terminado, el mapa europeo reajustó sus fronteras y la monarquía francesa resultó el poder dominante en detrimento de los Habsburgo, reflejado tanto en el debilitamiento de la dinastía en el Sacro Imperio Romano Germánico y en el decreciente poderío del Imperio Español. No obstante, la victoriosa Francia vivió un complejo periodo de guerras civiles llamadas las Frondas, una en 1648 y otra en 1650, ambas motivadas por un descontento de la nobleza frente a la centralización del poder en la figura del rey.


La lucha de la realeza por contrarrestar el poder de la nobleza inició en tiempos del Cardenal Richelieu y el rey Luis XIII (1610-1643), continuando bajo las figuras del Cardenal Mazarino y Ana de Austria, madre del entonces infante Luis XIV. Estos enfrentamientos con el tiempo se tradujeron en el surgimiento de la monarquía absoluta francesa, vigorizada por la profunda desconfianza hacia los nobles que Luis XIV asimiló desde niño.


Al haber alcanzado la mayoría de edad, y una vez fallecido el Cardenal Mazarino, Luis XIV tomó las riendas del gobierno con el poder que le fue heredado por sus padres tras años de batallas políticas y militares, capitalizando, a su vez, el anhelo público por restablecer el orden en Francia; un deseo favorable para el absolutismo que deseaba ejercer. Luis inició su reinado con una serie de reformas que buscaban finalmente poner a su reino en el lugar que había ganado desde la Paz de Westfalia en 1648; para ello eligió al único personaje que podía enriquecer a la corona siguiendo la corriente mercantilista del momento: Jean-Baptiste Colbert.


Durante los siglos XVI y XVII el concepto de riqueza de las monarquías europeas estaba sustentado por el mercantilismo, un sistema político y económico que relacionaba la prosperidad con la acumulación de metales preciosos. Siguiendo esta corriente de pensamiento, Jean-Baptiste Colbert logró triplicar los ingresos de la corona por medio de una serie de medidas económicas muy efectivas para acumular riqueza: restringir las importaciones y fomentar la exportación de bienes terminados, facilitar la creación de empresas, subsidiar la producción nacional para competir con el extranjero y fomentar políticas de natalidad para potenciar la disponibilidad de mano de obra. En otras palabras, el colbertismo, la doctrina mercantilista de éste afamado ministro de finanzas, vaya que logró desatar un cuerno de la abundancia en la Francia del siglo XVII.


Con una riqueza nunca antes vista, Luis XIV supo lo que haría con el pequeño pabellón de caza al que asistía de niño y sus alrededores, nada más y nada menos que el palacio barroco más grande y suntuoso que Europa haya visto: Versailles.



Apartado de París, el rey borbón erigió su potestad en Versailles, procurando liberar a la monarquía de las conjuras que perturbaron su infancia o, mejor dicho, manteniendo a la alta nobleza vigilada bajo su mismo techo. El 6 de mayo de 1682, Luis XIV se mudó oficialmente con toda su corte a los edificios palaciegos construidos por Chales Le Brun, André Le Nôtre y Jules Hardouin-Mansart, procurándole a la nobleza de una vida lujosa rodeada de floridos jardines à la française, donde la simetría impuesta a la naturaleza se asemejaba al orden con que el rey deseaba gobernar las pasiones de una nobleza siempre ávida de poder. Las fiestas continuas, las vastas cenas, las representaciones teatrales y las visitas diplomáticas de lugares tan lejanos como Siam (actual Tailandia) y el Reino indio de Mysore, hacían de la vida versallesca una experiencia magnífica aunque sumamente costosa, obligando a los nobles a depender totalmente de los subsidios y subvenciones reales.


“No es un palacio, es una ciudad por derecho propio. Soberbio en su grandeza, soberbio en su esencia ". Charles Perrault, Le Siècle de Louis le Grand, 1687

Jardines de Versailles [Imágenes 1 y 2] y Jean-Baptiste Colbert [Imagen 3]


La vida de la corte se concentró en el disfrute y el placer que significaba vivir bajo los rayos del Rey Sol, gravitando cada uno de los nobles alrededor de la figura real. La nobleza pasó de conspirar contra el rey a competir por ser invitados a su mesa, mas si esto no era posible se podía contar con el privilegio de llevar una vela y acompañar a Luis XIV a sus aposentos o incluso saludarle en un nuevo amanecer.


Versailles es el legado más grande de Luis XIV, un legado cuya arquitectura y belleza natural sobrevivieron los horrores de la Revolución Francesa (1789-1799), testificaron la proclamación del Imperio Alemán (1871) y gozaron de la firma que puso fin a la Primera Guerra Mundial (1919). Sus pasillos y jardines hacen resonar la historia como pocos lugares en el mundo, pero sobretodo evocan la grandeza vivida bajo el techo del Rey Sol.


¿Conoces otros casos donde reyes hayan acercado tanto a sus enemigos, les hayan proveído de una lujosa vida y con ello desordenado sus intereses impidiéndoles organizarse en una lucha común en su contra? Sin duda, una particular forma de dividir y vencer.




El Salón de los Espejos

 


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