Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea
Representación del rito muisca de coronación.
[Leyenda que impulsó la historia del Dorado en Colombia]
Desde tiempos ancestrales, las tierras colombianas han sido escenarios de historias fascinantes y mitos perdurables. Entre ellos, ninguno ha capturado la imaginación de los exploradores y aventureros como la afamada leyenda de «El Dorado». Un relato de riqueza desmesurada y rituales exuberantes que atrajo la ambición de conquistadores españoles ávidos de fama y fortuna.
Durante el período prehispánico, el territorio de la actual Colombia no tenía grandes imperios como el azteca en México o el inca en Perú, pero si cacicazgos de riqueza abundante. Los cacicazgos, era la estructura política y administrativa fundamental de las primeras comunidades humanas colombianas, eran liderados por caciques que ejercían el poder político y chamanes que realizaban los rituales religiosos, así como el culto a los muertos. Entre los cacicazgos más importantes con los que se encontraron los primeros españoles fueron el Zenú, el Tairona y el Muisca, éste último capaz de encantar al imaginario colectivo de la región con rumores de una dorada abundancia.
La Historia nos recuerda la tenacidad de conquistadores como Hernán Cortés en Tenochtitlán y Francisco Pizarro en Cusco; sin embargo, la conquista de Colombia resulta un tanto particular, pues fueron varios hombres quienes buscaron asentarse en los márgenes y al interior de sus tierras. Nombres como el de Alonso de Ojeda, Vasco Núñez de Balboa, Rodrigo de Bastidas y Pedro de Heredia, adornan los anales de la historia colombiana como parte de los conquistadores y fundadores de ciudades en esta región del «Nuevo Mundo»; mas fueron dos, quienes hoy resaltan por su incansable búsqueda de un lugar idílico y cuyo mito estaba respaldado por el oro y las esmeraldas que en efecto ya se habían encontrado en la Colombia recién explorada. Estos hombres fueron: Diego de Ordás y Gonzalo Jiménez de Quesada.
En 1531, Diego de Ordás remontó el río Orinoco desde su desembocadura en la actual Venezuela hasta llegar a la confluencia con el río Meta. Allí, los indios de la zona le indicaron que tras la cordillera había un gran señor dueño de enormes riquezas. Ordás murió envenenado poco después, pero el objetivo quedaba señalado: en el altiplano de la cordillera Oriental de los Andes, recorrido de sur a norte por el río Magdalena, se encontraba un territorio repleto de oro, el llamado «país del Meta». Las historias que se contaban de este lugar le valieron más tarde el nombre de «El Dorado», pues se decía que allí, durante el acto de investidura del heredero al cacicazgo muisca, el futuro cacique cubría su cuerpo con oro en polvo y sobre una balsa, acompañado por su sequito, arrojaba oro y esmeraldas como ofrenda a la diosa Guatavita en medio del lago sagrado.
Imagen 1. Gonzalo Jiménez de Quesada divisando el "Valle de los Alcázares", o Sabana de Bogotá, por Coriolano Leudo Obando / Imagen 2. Mapa del río Magdalena y su cuenca
Tiempo después, otro conquistador español, llamado Gonzalo Jiménez de Quesada, siguió la ruta marcada por Ordás. En abril de 1536, Jiménez partió para el río Magdalena. Salió por tierra con cerca de 600 hombres y al año siguiente entró en el altiplano colombiano ocupado por el pueblo de los muiscas. En efecto, el español encontró riquezas y metales preciosos, pero con una mesura indigna del mito que había escuchado. «El Dorado debía estar más allá»-pensó. Pero sin perder la oportunidad que ya tenía en manos, sometió a los nativos, tomó sus tesoros y decidió fundar la villa de Santa Fe de Bogotá sobre los restos de la original capital muisca del sur, Bacatá. Antes de reiniciar su expedición dio a la región el nombre de Nuevo Reino de Granada, siendo él mismo natural de Granada y continuó con su búsqueda del mítico «Dorado» explorando en varias direcciones.
La balsa muisca - Foto de Pedro Szekely
[Esta balsa de oro está asociada a la leyenda de El Dorado ya que representa el acto de investidura de poder de los jefes muiscas bañado en polvo de oro que se celebraba en la laguna de Guatavita]
Como has de imaginar, querido lector, Gonzalo Jiménez de Quesada nunca encontró lo que buscaba. «El Dorado» pareció ser más un espejismo. Así como en los desiertos, donde el entorno y el deseo se confabulan para hacernos imaginar agua en el horizonte, de igual forma la abundancia que Jiménez ansiaba encontrar no era más que una ilusión siempre a una distancia inalcanzable. No obstante, hoy en día aún existe un recordatorio palpable del mito: «la balsa muisca». Una pieza de oro precolombina elaborada por la cultura muisca y que hace alusión a la ceremonia de investidura de sus caciques donde, bañados en polvo de oro, ofrecían joyas y metales preciosos a la diosa Guatavita. La pieza se encuentra actualmente en el Museo del Oro de Bogotá, por un lado, tentando a los más aventureros a continuar con la búsqueda, y por el otro, advirtiendo del costo que podría significar perseguir una quimera.
Y tú, ¿crees que la ambición justifica toda empresa?
Historias fascinantes como esta se encuentran en todos los rincones del planeta. Muchas veces viajamos y por desconocimiento no nos damos cuenta de las historias que encierran sus callejones, que se despliegan en sus fachadas o que nos susurran sus museos. No hay nada más valioso que viajar y aprender, pero si lo segundo lo hacemos primero el recorrido será más fructífero. Por ello aquí te dejo un secreto sólo para lectores entusiastas que, como tú, llegaron al final de este artículo: haz clic aquí.
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Fuentes:
Histoire de la Colombie. https://fr.wikipedia.org/wiki/Histoire_de_la_Colombie
Conquista de Nueva Granada. https://es.wikipedia.org/wiki/Conquista_de_la_Nueva_Granada
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