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El mayor peligro

Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea


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El 29 de mayo de este año, 2024, se cumplen 571 años de la caída de Constantinopla. Mucho se ha dicho de este evento pivote de la Historia Mundial. Lo que casi no se ha dicho es cómo personas normales —como tú y yo, querido lector—, jugaron un papel primordial en los acontecimientos.


Mosaico de Comneno, Santa Sofía - Anónimo

 


En el siglo IV, el Imperio Romano se dividió en dos partes. Las provincias orientales quedaron bajo el Imperio Romano de Oriente. Este rebasó por siglos la vida de su hermano occidental y comenzó a llamarse Imperio Bizantino. Por su ubicación en una intersección clave que unía los comercios entre Europa y Asia, prosperó económicamente y se convirtió en un mosaico de diversidad. Constantinopla era más que su capital. Fundada por el emperador Constantino el Grande en el año 330, era un símbolo de conocimiento, tradición, fortaleza y resistencia; un cruce entre dos continentes por el cual el saber y el dinero fluían libremente. Aunque, ante todo, fue un baluarte del cristianismo ortodoxo y, por medio de sus instituciones religiosas, preservó textos griegos y romanos. Este imperio no era sólo una entidad política, sino un faro de ilustración regional que preservaba la herencia grecorromana, algo equivalente a un milenio de cultura. Resguardar los ideales gestados durante mil años, querido lector, no es cualquier cosa.

 


Para el siglo XV el Imperio era una fracción de lo que había logrado ser. Las frecuentes luchas internas por el poder, las guerras constantes y los altos impuestos para mantener a un ejército de mercenarios extranjeros, mermó rápidamente su riqueza material. Además, el saqueo de Constantinopla en 1204 durante la Cuarta Cruzada dejó a la ciudad y al Imperio débil y vulnerable. Nuevas potencias ascendieron en la región y una en especial puso en la mira las propiedades bizantinas: los otomanos.

 


En 1453, el sultán otomano Mehmet II asedió Constantinopla. Los intentos de Bizancio por obtener ayuda de los reinos cristianos fueron terriblemente infructuosos debido a las diferencias teológicas entre ortodoxos y católicos, así como a una serie de alianzas que el sultán había tejido con potencias mediterráneas antes de atacar la ciudad. Como traba adicional, Mehmet II rodeó Constantinopla, aislándola de cualquier ayuda posible. Durante 53 días, los bizantinos liderados por su emperador, Constantino XI, resistieron día y noche contra el ataque a sus murallas perpetrado por los gigantescos cañones otomanos —la punta tecnológica de la artillería de la época—. Soldados bizantinos y un puñado de voluntarios extranjeros, lucharon con valentía ante un enemigo inconmensurable. La defensa era estratégica y tenaz, las únicas maneras de hacer frente al implacable bombardeo otomano y su superioridad numérica. Esos más de mil años de cultura grecorromana, sumados a otros mil de cristianismo, estaban en juego ante el avance musulmán. Dos mil años de cultura, querido lector. ¡Dos mil años! El peso de ese ideal era más que suficiente para todos esos valientes que no dejaban de luchar contra los jenízaros de Mehmet II. Uno pensaría que esa convicción era un combustible más que eficiente para avivar la llama del compromiso, pero al parecer, para una persona —una única persona— no lo fue. La desidia y la apatía dejó un cerrojo abierto en la muralla defensiva de Constantinopla. Según un hombre que vivió desde adentro el asedio otomano, el historiador bizantino Ducas, en la mañana del 29 de mayo de 1453, alguien dejó abierta una pequeña puerta en la muralla: la Kerkoporta. Las primeras cincuenta tropas otomanas entraron por ella a la ciudad, izaron su estandarte en lo alto del Muro Interior y abrieron fuego contra los defensores. El pánico recorrió la ciudad y pronto cayó. El bastión de la ortodoxia y símbolo de la continuidad romana quedó en manos de Mehmet II. Se declaró «Kayse-i Rum», el César de Roma, para apoderarse de la tradición imperial y rebautizó la ciudad de Constantino como Estambul, la nueva capital del Imperio Otomano.


Entrada de Mehmet II a Constantinopla – Benjamin-Constant

 

La caída de Constantinopla fue un catalizador de cambios en el planeta, aunque sus efectos positivos no son algo que se le puedan atribuir a ese apático anónimo que creyó intranscendente dejar un cerrojo abierto. Tras la invasión otomana cientos de personas valiosas tuvieron a bien escapar cargando con ellos parte de una cultura que durante dos mil años les dio calor frente a la adversidad e impulso vital. Cada una de esas personas salieron cargando libros, arte, conocimiento y habilidades heredadas desde los antiguos griegos, enriquecidas por los romanos y enaltecidas por el cristianismo. Ellos y ellas, valientes, migraron a Europa occidental, particularmente a Italia, llevando consigo todo este conocimiento clásico; así fueron el catalizador para el inicio del Renacimiento, un movimiento cultural, artístico e intelectual que alejó a Europa del escolasticismo medieval y revivió el interés por el pensamiento grecorromano. Este cambio alejó la cosmovisión teocéntrica de la Edad Media hacia una más antropocéntrica. Más allá de que la caída de Constantinopla en 1453 restringió las rutas comerciales hacia la Ruta de la Seda y así los reinos europeos se vieron obligados a buscar nuevas rutas marítimas —y de paso encontraron un nuevo continente—, lo más relevante es que ese año se marca como el inicio de la Edad Moderna, una era que se logró gracias a los apasionados y empeñosos que no dejaron pasar la oportunidad de conservar y proteger la cultura hasta donde sus manos y mentes se los permitieron.

 


Eso es compromiso. Es respeto por nuestros antepasados, la herencia que nos dejaron y las enseñanzas que nos regalaron. Es amor hacia nuestros descendientes, el futuro de la humanidad y la única manera de mejorar con cada día nuestra condición.

 


Semana con semana al final de cada artículo hacemos una petición: «Si encontraste valor en este artículo, compártelo. Recuerda que la cultura es una cadena, por favor no la rompas». Hoy no lo pondré. Está en ti enlistarte a las filas de las personas comprometidas que comparten y conservan la cultura o unirte a los que minimizan sus acciones, sean un clic o cerrar una puerta.

 

El regreso del cruzado – Karl Friedrich Lessing



 


Aprende más:

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por Fermín Beguerisse Hormaechea & Guillermo Beguerisse Hormaechea Descúbrelo en:

 

Fuentes:

Baghos, Mario. 2022. Walls, Gates, and a Marble King: The Symbols of Theodosian Constantinople. 15 de septiembre. Último acceso: 26 de marzo de 2024. https://thesymbolicworld.com/content/walls-gates-and-a-marble-king-the-symbols-of-theodosian-constantinople

Biblioteca virtual Miguel de Cervantes. 2024. La suerte del último emperador bizantino. Último acceso: 26 de marzo de 2024. https://www.cervantesvirtual.com/portales/la_caida_de_constantinopla/suerte_del_ultimo_emperador/

Medium. 2023. The Fall of Constantinople (1453): A Turning Point in History. 23 de diciembre. Último acceso: 26 de marzo de 2024. https://medium.com/@historicherald47/the-fall-of-constantinople-1453-a-turning-point-in-history-3f9c138409d8

Orthodox Times. 2020. The Fall of Constantinople: The dreadful day 29 May 1453. 29 de mayo. Último acceso: 26 de marzo de 2024. https://orthodoxtimes.com/the-fall-of-constantinople-the-dreadful-day-29-may-1453/

 

 

 

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