Autor: Esteban Soní Rico
Perro con antorcha-simbología dominica [Imagen 1] y Santo Domingo de Guzmán [Imagen 2]
La Edad Media está llena de grandes figuras que han dejado huella hasta nuestros días, pero también cuenta con personajes enterrados bajo las arenas del tiempo y que han sido incluso dejados en el olvido. Uno de éstos últimos ha sido Santo Domingo de Guzmán, en ocasiones olvidado por los frailes de la misma Orden que él fundo, salvo por aquellos valientes que desenterrando su memoria recuerdan el significado profundo detrás del nombre y la figura de fray Domingo.
Domingo nació alrededor de 1170, en Caleruega, España, y, según la tradición, recibió ese nombre debido a que su madre, Juana de Aza, tuvo un sueño cuando estaba encinta en el cual, de su vientre, salía un perro que llevaba una antorcha encendida en su boca y corría por todo el mundo, incendiándolo todo. La madre, confundida, fue al monasterio de Santo Domingo de Silos, cerca de donde vivía, a pedir ayuda e iluminación acerca del sueño. Tras escucharla, la interpretación de los monjes regalaría al niño una vida llena de sentido, pues éste sería como un perro con cuyo ladrido, su voz, llamaría a muchos, y llevaría a todos el fuego que Jesucristo había traído al mundo.
Poco pasó para que Domingo, reconociendo el llamado de su vocación, fuese al seminario, en donde aprendió filosofía y teología, dos ramas del conocimiento que, durante su etapa de estudio en Palencia (España), le llevaron a ser fuego en pleno invierno, vendiendo todos sus libros de estudio, los cuales eran muy caros, para así comprar ropas y cobijas que dieran calor a los más pobres durante las noches más gélidas.
Terminados sus estudios, fue canónigo regular en Osma, España, y durante un viaje diplomático con el obispo de Osma hacia Dinamarca, cruzaron Francia. Allí, Domingo se encontró con un grupo de cátaros, un grupo gnóstico y maniqueo considerado hereje por la Iglesia católica, que predicaba, entre otras cosas, que el alma se encontraba atrapada en el cuerpo, por lo que el tener hijos era sólo encarcelar almas en la carne, ésta última interpretada por ellos como signo de corrupción. A su vez, dicha creencia les llevó a negar la encarnación de Jesús, afirmando que se había aparecido pero no encarnado en María. Ante esto, Domingo no volvió a Osma, sino que se quedó predicando en Francia, sobre todo haciendo énfasis en la anunciación del arcángel a la virgen María y en el misterio de la encarnación de Jesús, predicación de la cual después saldría la devoción del Santo Rosario
Después de algunos años, en 1216, Domingo, junto con algunos hombres y mujeres que decidieron acompañarlo en su misión evangelizadora, tuvo el permiso de fundar una Orden religiosa llamada Orden de Predicadores (Ordo Predicatorum), cuya función principal sería la predicación del Evangelio a todo el mundo, lo cual es notable, ya que en ese tiempo sólo los obispos podían predicar; esto implicó que sus frailes, siendo solo presbíteros (rango inferior al obispado), fuesen enviados a las distintas universidades de Europa para asegurar una predicación docta. De igual manera, fray Domingo decidió que su orden fuera mendicante, es decir, que no tuviera propiedades ni cultivos, como hasta ese entonces vivían los monjes en las abadías, sino que viviera en pequeñas casas urbanas, cerca del pueblo, y se sostuviera sólo de la limosna que recibía, cambiando completamente la forma de vida de los religiosos de aquel entonces.
Años después, en 1221, fray Domingo murió, pero la Orden de Predicadores ya estaba consolidada. Una jauría incandescente se desató entre las tinieblas, sobresaliendo grandes personajes como Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena, Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas, entre otros. Así, y tras 800 años de existencia, la llama de la Orden de Predicadores prevalece en sus frailes, monjas y religiosas, llevando la luz de Jesucristo a todo el mundo. Un ladrido que no deja de hacerse escuchar.
¿Cuántas personas han inspirado acciones e ideales a lo largo de nuestras vidas? ¿Haz encontrado aquello que infunda sentido a tu día a día?
Aprende más:
Fuentes:
Vicaire, O.P., fr. H.-M., Historia de Santo Domingo, EDIBESA, Madrid, 2003.
Desobry, O.P., fr. A., “Los Dominicos ¿Quiénes son?” en Legado dominicano, n. 1, México, 2011.
Comments