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En los campos de Flandes

Actualizado: 22 ago 2020

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


Como el águila que sobrevuela el bosque y vigila desde lo alto, muchas veces así vemos la historia; pero es desde las alturas que podemos llegar a perder la manera en que los hechos moldean los corazones de los hombres.


Durante la Primera Guerra Mundial, la industria armamentística innovó sobremanera; tanto los Aliados como las Potencias Centrales fueron integrando nuevas tecnologías bélicas a sus fuerzas armadas, sobresaliendo entre ellas: el tanque, gases tóxicos, dirigibles o zepelines, submarinos, ametralladoras, cañones antiaéreos y más. Esta evolución armamentística, y su aplicación en el campo de batalla, cobró la vida de cerca de 8.5 millones de soldados entre 1914 y 1918.


Sobrevolando la guerra ahora en un nivel intermedio, resalta la Segunda batalla de Ypres, Bélgica. El 22 de abril de 1915, los alemanes lanzaron su primera ofensiva sobre los campos de esta región flamenca, en contra de dos divisiones francesas y argelinas, quienes a su vez fueron sorprendidas por un letal ataque de gases tóxicos. Las muertes fueron inconmensurables, pero no atendiendo a ello, el ejército alemán volvió a utilizar sus armas químicas el 24 de abril, ocasionando entonces grandes bajas en las tropas canadienses que, en respuesta a la Mancomunidad de Naciones o Commonwealth, apoyaban al Reino Unido en la Gran Guerra.


Poniendo un pie en el campo de batalla; aquel 24 de abril de 1915, el teniente coronel y cirujano, John McCrae, luchaba por su vida y la de sus compañeros. La situación superaba sus propias capacidades, era imposible salvarles a todos; cerca de 87,000 soldados aliados murieron aquel día, estando entre ellos su buen amigo: el teniente Alexis Helmer. John, sacudido por la crueldad de la escena, consiguió vislumbrar la esperanza que se plasmaba en pequeñas y delicadas flores rojas esparcidas por el campo de batalla. Aquella noche, en papel y tinta, fue el poeta de sus compañeros y amigos fallecidos, de todos aquellos hombres que vivieron sus últimas horas y descansaron en los Campos de Flandes.


Hoy, países enteros recuerdan, cada 11 de noviembre, el armisticio de la Primera Guerra Mundial, y lo hacen simbólicamente con amapolas rojas de papel; las mismas flores sobre las que John, en tan pocas palabras y unas cuantas rimas, reflejó el sentir y la trascendencia del momento.


“La poesía es la esencia del lenguaje, y el lenguaje un espejo del alma.”

Scott Griffin


Foto 1: John McCrae / Foto 2: Remembrance Day en la actualidad


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Fuentes:

 


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