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Especial español-El trono vacío

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


El mariscal Villars liderando la carga francesa durante la batalla de Denain.

Óleo de Jean Alaux, 1839; Palacio de Versalles.



Carlos II “el Hechizado” estaba por morir, y el futuro del trono español pendía de un hilo al no haber descendientes Habsburgos que asumieran el trono. Lo cierto era que Carlos sufría del Síndrome de Klinefelter desde su nacimiento y aquello le había provocado problemas de fertilidad graves que, si hubiesen recaído sobre cualquiera la historia no pasaría más allá de este párrafo, pero el destino decidió que recayeran sobre el rey de España. Por fortuna de unos y desventura de otros, la situación creó un vacío de poder tal que dos reinos dejarían todo en el campo de batalla por ver a su descendencia reinar en la península ibérica: Francia y el Sacro Imperio Romano Germánico.



Sin importar sus matrimonios con infantas españolas, los Tratados de los Pirineos obligaron a Luis XIV de Francia y a Leopoldo I del Sacro Imperio Romano Germánico (SIRG) a renunciar a sus aspiraciones al trono español. Lo que puso los reflectores sobre sus descendientes, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, y Carlos VI, hijo de Leopoldo I. Ambos dividieron a Europa en los bandos borbónico (pro-Francia) y austracista (pro-SIRG), pero no estando tranquilos con esta polarización Inglaterra y los Países Bajos barajearon una tercera opción: elegir a José Fernando de Baviera, hijo del elector de Baviera y nieto de Leopoldo I. Debido a su corta edad, este candidato bávaro parecía la opción menos amenazante para las potencias europeas, por lo que el rey Carlos II decidió nombrarlo sucesor y heredero de todos los reinos, estados y señoríos de la Monarquía Hispánica. La sombra del imperio de Carlos I volvía sobre el concierto europeo; no obstante José Fernando murió antes de poder asumir el trono y la incertidumbre invadió la política internacional del momento.

Carlos II “el Hechizado” por

Juan Carreño de Miranda (c. 1685).


Pronto, los salones de Versalles reventaron con cuchicheos por doquier, y el embajador francés en Madrid, Harcout, gestionó una labor de convencimiento como nunca antes vista en España para influir sobre la decisión de Carlos II. La opción borbónica venció sobre la alemana, y Felipe de Anjou pasó a ser ungido como rey en Toledo, pasando a la historia como Felipe V de España “el Animoso”. Aún se recuerdan las palabras de Luis XIV a su nieto, antes de enviarlo a reinar España:



“Señores, aquí tenéis al rey de España. Sé buen español, ese es tu primer deber, pero acuérdate de que has nacido francés, y mantén la unión entre las dos naciones; tal es el camino de hacerlas felices y mantener la paz de Europa.”



La victoria política francesa sacudió a Inglaterra y a los Países Bajos, pues temieron que aquello diera a Francia el dominio sobre el comercio español con América. Por ello no titubearon, y acto seguido forjaron con Austria y Prusia la afamada Gran Alianza. La guerra fue declarada a Luis XIV y a Felipe V en mayo de 1702, y la lucha por la sucesión española migró al campo de batalla.



La guerra se desarrolló en tres grandes frentes: las campañas flamenco renanas, al norte de Europa, las campañas italianas y las campañas ibéricas, consideradas una guerra civil dentro de España.


Proclamación de Felipe V como rey de España en el Palacio de Versalles (Francia)

el 16 de noviembre de 1700

por François Pascal Simon Gérard (1770-1837)


Al principio Francia consiguió ocupar el norte de Italia, y más tarde, Felipe V envió tropas españolas a proteger el reino de las dos Sicilias, lo que impidió el avance austriaco. Por su parte los Aliados intentaron instaurar una base naval en el Mediterráneo para las flotas inglesa y holandesa. Uno de sus primeros intentos fue la toma de Cádiz; sin embargo, fueron expulsados, y esto orientó sus esfuerzos a interferir en las rutas trasatlánticas españolas.



La guerra se fue encrudeciendo, y en el proceso, Leopoldo I del Sacro Imperio Romano Germánico decidió, por sus propias fuerzas y poca legitimidad, nombrar a su hijo Carlos III de España. En una mañana de septiembre de 1703, los españoles amanecieron con dos reyes y una confusión absoluta ¡¿a quién deberían pagar impuestos?!



Con Gibraltar en manos inglesas, dos reyes a los que obedecer, y una derrota garrafal en el frente flamenco renano contra el bando asutracista, puntualmente en la batalla de Blenheim, España perdía estabilidad. Un caos que se acentuó aún más cuando un grupo de catalanes llamados los Vigatans, decidieron firmar el Pacto de Génova con Inglaterra para derrocar a Felipe V. La violencia llegó a casa.



En septiembre de 1705, con ayuda de los Vigatans, los asutracistas toman Barcelona, y en respuesta, el rey borbón (Felipe V) envía 18000 hombres para retomar la ciudad catalana; aunque sin mucho éxito, a decir verdad. Con esta derrota, los austracistas aprovecharon el descuido de la frontera entre España y Portugal para infiltrar más fuerzas armadas, intentar capturar a Felipe V y abrirle paso a Carlos III por Madrid. Lo último se logró, pero no lo segundo, pues Felipe se escabulló hasta llegar a Burgos, norte de España.



Carlos III creyó que el respaldo de las armas sería suficiente, pero olvidó el apoyo de la aristocracia española y se retiró a Valencia. Al escuchar de ello, Felipe V vuelve pronto a Madrid con esperanzas de restablecer el orden. Nunca imaginó que Francia le retiraría el apoyo militar en aras de proteger el norte de Francia, amenazado entonces por la Gran Alianza. “Primero el reino, luego la familia”, pensará Luis XIV.



El apoyo popular consiguió que Felipe V permaneciera en el trono, pero la paz en España y Europa llegó a un alto costo. En abril de 1713 se dio fin a la Guerra de Sucesión Española con el Tratado de Utrecht, un documento que reconoció a Felipe V como rey de España, a cambio de dar a Inglaterra: Gibraltar, Menorca y la posibilidad de comerciar con la América Española; así como ceder a Austria el control de Luxemburgo, la Toscana, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el Milanesado. El imperio español había perdido fuerza en Europa e iniciaba su declive.



Y en tu país ¿existió una guerra civil? ¿crees que una democracia y una división de poderes pueden evitarlas?



 


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Fuentes:


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