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Letras olímpicas

Foto del escritor: Compass.Compass.

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


El escritor Robert Graves fue uno de los participantes

en el concurso literario de los Juegos Olímpicos de París de 1924.


En la historia de los Juegos Olímpicos existe un capítulo poco conocido y poco común: la inclusión de la literatura como disciplina olímpica en 1924. Esta faceta única corresponde a un periodo en el que las artes y el deporte compartían un mismo espacio bajo reflectores que unían dos mundos aparentemente opuestos.

 


La idea surgió de la mente del barón Pierre de Coubertin, el mismo hombre que fundó los Juegos Olímpicos Modernos. Soñando con revivir una antigua tradición griega, Coubertin deseaba impregnarles a las competencias deportivas aquella armonía entre el cuerpo y la mente que tanto caracterizó a la Grecia Clásica. Aunque la idea tomó tiempo en materializarse, fue en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912 en los que se incluyeron competiciones artísticas, consiguiendo que para los Juegos de París de 1924 la literatura ya fuera una disciplina olímpica entre otras categorías artísticas, tales como la arquitectura, la música, la pintura y la escultura, todas ellas con el requisito de que estuvieran inspiradas en el ideal deportivo.

 


La competición literaria de los Juegos de París de 1924 contó con la participación de 32 escritores, entre ellos algunos escritores destacados como el francés Henry de Montherlant, reconocido por su obra más famosa “El caos y la noche”, y el británico Robert Graves, recordado por su novela hstórica “Yo, Claudio”. Ahora bien, aún siendo escritores de este calibre, todos debían atenerse a unas estrictas reglas de competción, por ejemplo, los participantes debían presentar obras que no excedieran las veinte mil palabras en prosa o los mil versos en poesía, y todos los textos debían tener como temática central el deporte. Descuidar algunas de estas premisas significaba la descalificación inmediata.




Pero si el renombre de algunos competidores no era suficiente, el jurado terminaba por dejar a todo el públio boquiabierto, pues regularmente incluía a premios Nobel, a miembros de la Academia Francesa y a más escritores de talla mundial. En el ámbito de la Literatura los premios que se otorgaban eran igualmente las icónicas medallas de oro, plata y bronce; y para aquellos lectores curiosos que se preguntan quién ganó la medalla de oro en esta categoría en 1924, la respuesta es sencilla: el joven poeta francés Géo-Charles con una obra de poesía teatral que cumplía con todos los criterios establecidos. Es más, aquella victoria olímpica fue el inició de su prolifíca carrera literaria, la cual más tarde motivó a su esposa a fundar el museo Géo-Charles dedicado a las dos grandes pasiones de su marido: la poesía y el deporte. Dos disciplinas aparentemente antagónicas reunidas nuevamente en un mismo lugar tras la eliminación de las artes del porgrama olímpico en 1949.


Poeta francés Géo-Charles


Y tú, ¿aún tienes por alto la armonía entre cuerpo y mente o a caso lo hemos olvidado como sociedad?

 


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