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No se recomienda discreción

Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea


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A diferencia de los artículos acostumbrados, hoy conoceremos a una mujer que aún vive. Y no sólo vive, sino que palpita con intensidad. Conoce a la mujer que puede cambiar el futuro.



«Propped» - Jenny Saville



Las pinturas de Jenny Saville son de las más reconocibles y populares en el mercado del arte contemporáneo. Su habilidad para pintar carne en lienzos monumentales la convierte en una artista icónica que debe ser reconocida por el mérito técnico. Sin embargo, detrás de la técnica hay más que descubrir.



Saville nació en Cambridge en 1970 y creció en distintos lugares de Gran Bretaña antes de entrar a la Escuela de Arte de Glasgow. Ganó una beca y viajó a Estados Unidos para pasar una temporada en la Universidad de Cincinnati, lugar donde se expuso a una idea más unificada del feminismo, así como a la obesidad estadounidense; dos temas que fueron cruciales para definir su estilo pictórico. Tras décadas pintando, le tomó varios años que el mundo reconociera su talento. Hasta que en el 2018 Sotheby’s subastó su cuadro «Propped» (Apoyada) por 10.8 millones de euros, el precio más alto jamás pagado en subasta por una artista viva. ¿Qué tiene este cuadro más allá de la innegable proeza estética? No sólo es el mensaje que salta a la vista, sino la intención. La misma que se extendió durante los primeros años de su obra.



Saville considera al mundo actual un lugar dominado por varias verdades. Por medio de la tecnología se ha creado una realidad múltiple y artificial que constantemente se nos trata de injertar. Celulares, televisiones, revistas y otros medios de comunicación se han visto sumergidos en retratar un mundo cada vez más adulterado, forzando su mirada en una perpetua deformación que se retroalimenta, fortalece y crece, propagándose cada vez más. Un círculo vicioso de falsedad y simplificación. Saville quería retratar las múltiples realidades de manera pictórica y lo logró por medio de contraponernos, tanto entre nosotros como con nosotros mismos. Y lo hizo de la forma más cruda de todas: pintando carne.


«Strategy (South Face/Front Face/North Face)» – Jenny Saville


Con la piel de las pinturas de Saville queda la naturaleza retratada en todas sus configuraciones. En ella se ve el cambio, la luz y sus sombras, la vida palpitando bajo ella, pero en choque con la deformación, la violencia física, las cirugías y las cicatrices. Afuera y adentro, realidad y artificio colocados en el mismo plano: la piel, una parte no neutral, que refleja y detiene. En ella vemos el efecto de los cambios de luz, así como los de carácter. Bien lo sabía Rembrandt, y bien lo estudió Saville, una sombra puede transformar una cara, justo como la vida hace con los humanos. Más que retratar el statu quo, Saville quería cuestionarlo. Para ello prestó su cuerpo en sus pinturas, encrudeciéndolo en la representación —como alguna vez hizo Caravaggio, degollándose en un Goliat— para puyar el concepto de belleza. Experimentó con técnicas y estilos, juntó pasado y modernidad mezclando abstracción con pintura figurativa. Una contradicción frente a otra, el control y la irracionalidad en lucha y sintonía.


«Reverse» - Jenny Saville


Pero el mensaje no fraguó como deseaba. Sus pinturas inmensas, mucho más que pura cáscara, son más de lo que se ve, pero se las redujeron a un discurso político. Y sólo en parte lo son. Es cierto que el feminismo pulsa en los lienzos, pero no es la sangre que le da vida a cada cuadro. En ellos se refugia un mensaje más poderoso. Uno que apenas ella misma estaba por descubrir. Uno de memoria y tiempo, de reconocer al otro gracias a la piel y traspasarla hacia el interior personal.




Al nacer sus hijos, en lugar de ser un freno al impulso creativo, como algunos auguraban, cambiaron la senda. Su pintura y mensaje anterior no eran los equivocados, sino los necesarios para algo más grande. Su estilo cambió, y con ello sus modelos. En lugar de representar a las mujeres grandes que tanto se alejaban de los cánones de hermosura tradicionales, optó por pintar personajes con una belleza más convencional, pero en los colores y su interacción con la piel resignificó su búsqueda como artista. En un mundo donde la comparación de realidades personales, es decir, la subjetividad, pugna contra la naturaleza más básica, para Saville la conciliación está en el cambio natural, no en el artificial. Ni la exterioridad que se venera en la posmodernidad, ni la absoluta internalización que proclaman sus detractores. Afuera y adentro son uno mismo en la obra de Saville. En ella invita a aceptarnos, tanto entre nosotros como a uno mismo, reconociéndonos en la historia del prójimo. La verdad está tanto adentro como afuera, más allá de la realidad ficticia que se espera que persigamos.


«Prism» - Jenny Saville


Con un nuevo significado de belleza que engloba sus pinturas más grotescas —dirán unos —, como las más conservadoras —opinarán otros —, une y no confronta realidades múltiples en las que el control y la irracionalidad no están peleados, sino conviven. En sus pinturas más recientes la naturaleza sigue su cauce y nos invita a ver la vida como niños: abiertos a la espontaneidad. Al final no podremos conseguir la verdad absoluta en un mundo en constante cambio, pero sí tendremos que navegar entre los extremos. La aceptación hará que el trayecto sea más llevadero.



Aún tiene mucho que pintar Jenny Saville, pero ¿qué opinas de su obra hasta ahora y de su mensaje? ¿Colgarías una de sus pinturas en tu casa? Si tu respuesta es no porque no es arte, tal vez te interese este otro artículo: «Arte degenerado». Si deseas ver más de la obra de Jenny Saville baja a la sección de Aprende más, aunque, a diferencia del título de este artículo, para verlas sí recomendamos discreción. Algunas de sus obras pueden ser impactantes.


Muchas gracias por leer este artículo. Recuerda compartirlo y seguirnos en nuestras redes sociales.



 



Aprende más:
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Fuentes:




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