Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea
Miniatura de un manuscrito de comienzos del siglo XIV que representa
a Enrique V discutiendo con Calixto II.
Durante la Edad Media, la relación entre el poder secular de los monarcas y el poder religioso del Papa definía el entorno político de Europa. En otras palabras, lo que estaba unido bajo la figura única de un Califa del lado musulmán del Mediterráneo (Estado-religión), en la Europa cristiana se encontraba separado, pero codependiente, y provocaba situaciones donde las partes a veces se enfrentaban para pulir sus diferencias; una de aquellas ocasiones saltó a la historia como: «La Querella de las Investiduras». ¿Quién habría de elegir a los obispos locales, querido lector? ¿el Papa o los reyes? Con figuras como estas que tenían tanto poder de influencia sobre la población, el emperador germano Enrique IV opinó que debía ser él. Una idea que, como imaginarás, no agradó en lo absoluto al Vaticano.
Antes de que estallara el conflicto entre el emperador Enrique IV y el Papa Gregorio VII, la relación entre ambas figuras era explicada por una antigua metáfora del siglo V d.C propuesta por el Papa Gelasio I y conocida popularmente como «las dos espadas». Visualmente era fácil de comprender. Existían «dos espadas» proporcionadas por Dios, recibiendo la Iglesia la espada de la autoridad espiritual (auctoritas), que simboliza en la cosmovisión cristiana su responsabilidad de guiar a la humanidad a la salvación por mediación de la gracia divina; mientras que el Estado, recibiendo la espada del poder secular (potestas), debía mantener el orden y proporcionar las condiciones físicas que permitieran a la Iglesia cumplir su papel. Esta separación de funciones en Europa fue defendida por el Papa Gregorio VII (1073-1085) en un escrito titulado Dictatus Papae donde, apoyándose de la lógica anterior, insistió en hacer respetar la autoridad papal absoluta sobre los nombramientos de cargos eclesiásticos. Pero veámoslo desde la perspectiva de Enrique IV. Si la elección de los obispos locales, los cuales tenían influencia política sobre la población, no estaba en sus manos, ¿acaso aquello no mermaba la autoridad del emperador en su propio territorio a expensas de aumentar el poder político del sucesor de Pedro? La crisis estalló.
Esta disputa de poder dividió al Sacro Imperio Romano Germánico (SIRG), incluyendo al norte de Italia, en dos facciones rivales: los güelfos y los gibelinos. Por un lado, los güelfos, o Welfs, defendían la independencia eclesiástica en la elección de los cargos eclesiásticos y apoyaban al papado. Por otro lado, los gibelinos, o Waiblings, eran partidarios del poder imperial y sostenían que el emperador debía tener la autoridad sobre la elección de las investiduras. No obstante, esta división reflejaba un conflicto más profundo: la lucha entre aquellos que querían limitar el poder del emperador y aquellos que deseaban aumentarlo.
La batalla de Campaldino se libró entre güelfos y gibelinos el 11 de junio de 1289.
Los enfrentamientos se extendieron durante varias décadas, en una mezcla de excomuniones, humillaciones, sangre derramada y saqueos, incluyendo la elección de un antipapa (Clemente III) en un intento por favorecer los deseos del emperador alemán. En otras palabras, Europa vivió un cumulo de caos y desorden que solo llegó a su fin con el Concordato de Worms de 1122. Un acuerdo alcanzado entre el Papa Calixto II y el emperador germano Enrique V, donde ambos acordaron que los obispos habrían de ser elegidos por la Iglesia, pero que para que éstos pudieran ejercer sus funciones debían antes jurar fidelidad al monarca. Ciertamente, la resolución garantizó que la auctoritas espiritual permaneciera en gran medida independiente de la potestas secular; no obstante, también reafirmó la necesidad de cooperación y coexistencia entre estos dos pilares del poder medieval.
«La Querella de las Investiduras» es un eco de los tiempos medievales en que la fe y el poder político estaban intrínsecamente entrelazados; un hecho pasado que hoy nos hace preguntarnos ¿cómo es la relación actual entre estas esferas de la vida humana? ¿cuál sería el papel actual de la Iglesia Católica y de la religión en general?
Realidades pasadas como esta escapan de la vista de muchos turistas al momento de visitar destinos medievales, y es por desconocimiento que se pierden de todo lo que puede ofrecer un lugar cargado de encanto e historia. Por ello aquí te dejaré, querido lector, un secreto sólo para lectores entusiastas que, como tú, llegaron al final de este artículo: haz clic aquí.
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