Síndone: Entre hilos de fe
- Compass.
- 17 abr
- 3 Min. de lectura
Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea

Sabana Santa
Entre los vestigios más enigmáticos de la historia cristiana, existe una reliquia cuya sola mención despierta una ola de preguntas. No es un arma, ni una carta olvidada, sino una tela. Una sábana. El Síndone o, como más comúnmente se conoce, la Sabana Santa; el supuesto lienzo funerario que habría envuelto el cuerpo de Jesús tras su crucifixión.
Se cuenta que, en el año 1353, un caballero llamado Godofredo de Charny llegó a Lirey, Francia, tras haber participado en las cruzadas. No traía oro, ni trofeos. Traía una tela. Un lienzo de lino de 4.41 metros de largo por 1.13 de ancho, en el que parecía haberse impreso la figura de un hombre, con señales visibles de heridas y contusiones. Un cuerpo maltratado, memoria de un suplicio. Para custodiarlo, Godofredo mandó a construir una iglesia, lo cual selló el comienzo de una historia que, hasta hoy, sigue viva.
Tiempo después, la reliquia fue vendida a la Casa de Saboya, una poderosa dinastía que decidió trasladarla a Chambéry, donde fue resguardada en una capilla especial. Pero poco pudo hacerse para evitar un desastre: en 1532, un incendio casi la destruyó. El calor fundió la plata del relicario, cuyas gotas ardientes marcaron la tela para siempre, aunque dejando visible su misteriosa figura humana. Años más tarde, en 1563, el duque Carlos III ordenó su traslado definitivo a Turín. Allí, primero fue depositada en la Capilla de la Sábana Santa, entre la Catedral y el Palacio Real, y más tarde en la última capilla de la nave izquierda de la Catedral de San Juan. Desde entonces, reposa en ese lugar, visible públicamente solo en raras ocasiones conocidas como “ostensiones”.
La tradición sostiene que esta tela es el lienzo funerario que envolvió el cuerpo de Jesús tras su crucifixión, en el momento de la deposición de la cruz. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas mencionan un sindón o sábana de lino, con la que José de Arimatea habría envuelto el cuerpo de Cristo antes de colocarlo en el sepulcro, en conformidad con los ritos funerarios judíos de la época. El cuerpo se lavaba, se ungía con aceites perfumados, era envuelto en lino antes del entierro e incluso, por hallazgos de 1977, pareciera que se les colocaban monedas en los ojos. La Sábana Santa coincide con esta descripción, mostrando una imagen doble —frontal y dorsal— unidas por la cabeza, con marcas que muchos interpretan como huellas de la Pasión descritas por los evangelistas: coronación de espinas, flagelación, clavos y lanza. Con el paso del tiempo, apareció el Sudario de Oviedo, manchado con sangre AB que algunos estudios consideran compatible con la de la Sábana Santa; volviéndolo un objeto que complementa la historia.

Exposición especial de la Sabana Santa en México, febrero 2024.
Previo al pensamiento científico, la Sábana Santa careció de estudios y análisis de laboratorio serios; sin embargo, hoy en día se ha vuelto uno de los objetos más estudiados del mundo desde una gran variedad de disciplinas como la historia, la medicina, la arqueología, incluso la geografía y la botánica, entre otras. Por ejemplo, entre los estudios realizados se han encontrado restos de polen pertenecientes a plantas del Medio Oriente lo que valida su origen; de igual forma, estudios con tecnología de Dispersión de Rayos X de Gran Angular (WAXS) han detectado un envejecimiento en la celulosa del lino que lo remontaría al siglo I. Uno de los más recientes investigadores, el físico Liberato De Caro, afirma que estas pruebas colocan a la Sábana Santa justo en la región y época de Cristo.
¿Entonces, es auténtica o no? La pregunta sigue abierta, flotando entre la fe y la evidencia. Lo que es indiscutible es que este lienzo ha sobrevivido a guerras, incendios, siglos de veneración y oleadas de escepticismo. Nadie se acerca a ella sin salir con más preguntas que respuestas.
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